Sisi, luces y sombras de una emperatriz de leyenda
Idolatrada e imitada por muchos y, a la vez, criticada y despreciada por otros, Sisi fue una mujer avanzada a su tiempo que, a pesar del aparente brillo y esplendor que la rodeaba, fue profundamente infeliz y sufrió la soledad en muchos momentos de su vida. ¿Fue Sisi la “Lady Diana del siglo XIX” como muchos se atreven a afirmar?
Infancia y juventud
Isabel de Baviera, cariñosamente llamada Sisi, nació en Múnich el 24 de diciembre de 1837. Sisi perteneció a la casa Wittelsbach, la familia que gobernó y reinó en Baviera durante más de 700 años. Su madre, la princesa Ludovika, era hija del rey Maximiliano I de Baviera y de su segunda esposa Carolina. El padre de Sisi, el duque Maximiliano José en Baviera, perteneció a una rama secundaria de la dinastía de los Wittelsbach. Sisi vivió una infancia feliz en el seno de una familia numerosa. Su madre, siempre al cuidado de la casa, fue una madre atenta, cariñosa y muy presente en la vida de sus 10 hijos. Sisi y su familia alternaban residencia entre el palacio familiar ubicado en la Ludwigstrasse de Múnich, a pocos metros de la Odeonsplatz, y el palacio de Possenhofen, donde disfrutaban de los meses de calor a orillas del lago Starnberg. Los hijos de la familia fueron educados en libertad y en el amor a la naturaleza y el campo, de ahí que Sisi fuera durante toda su vida una apasionada de los caballos, las montañas y el aire libre. Sisi se convirtió en una joven soñadora, divertida, alegre y con un espíritu muy sensible.
Emperatriz de Austria
A los 16 años de edad, Sisi viajó a Austria junto a su madre y su hermana mayor Elena. Nene, como la llamaban todos en casa, había sido elegida como candidata perfecta para casarse con su primo, el emperador austríaco Francisco José I. El compromiso matrimonial arreglado por las dos madres, la archiduquesa Sofía y su hermana Ludovika, debía anunciarse en Bad Ischl, donde los dos jóvenes tendrían ocasión de conocerse mejor. Sin embargo, desde el primer momento del encuentro, Francisco José se sintió cautivado y profundamente atraído por la hermana pequeña y dejó claro a su madre su preferencia por Sisi. La joven se vio abrumada y sorprendida por el cambio de intenciones del emperador y la familia acabó aceptando la boda. Un año más tarde, Sisi y Francisco José se casaban en la Iglesia de los Agustinos de Viena. Fue la boda del año y un enlace muy ansiado por el pueblo austríaco. Llegaba a su nuevo hogar una pareja de ensueño, enamorada, y una novia bávara, convertida en emperatriz, muy ilusionada con su nueva vida en la corte austríaca.
La vida en la corte de Viena
Las ilusiones y los sueños de Sisi se truncaron muy pronto. Poco tiempo después de instalarse en el palacio de Hofburg de Viena, la joven se dio cuenta de la vida que le esperaba y se sintió decepcionada con su matrimonio. Durante los primeros años Sisi tuvo que soportar a una suegra extremadamente estricta, y muy crítica, que controlaba todos sus movimientos y su relación con el emperador y a una corte conservadora y pomposa que la censuraba y que nunca la llegó a aceptar. Además, el emperador se convirtió en un marido ausente, siempre pendiente de las preocupaciones por los problemas políticos de la época, inmerso en largas jornadas de trabajo y, a menudo, alejado por compromisos y viajes. Sisi no fue feliz en Viena y, a pesar de querer a su marido, enseguida fue consciente de que ambos tenían muy pocas cosas en común. La vida de la emperatriz estuvo marcada por la tristeza y la adversidad: a las dificultades con la corte, los conflictos con su suegra y la soledad que sentía, se añadió el dolor por la muerte de dos de sus hijos: su primera hija Helena falleció de enfermedad siendo solo una niña, y su único hijo varón, Rodolfo, se suicidó a los 30 años de edad. El carácter de Sisi fue enrareciéndose con el tiempo y sus conflictos internos se hicieron cada vez más graves. Para superarlos, Sisi buscaba la evasión: practicaba deporte hasta la extenuación, sobre todo montando a caballo y haciendo largas caminatas, cuidaba de forma obsesiva su cuerpo, dedicando diariamente muchas horas a su vestimenta, su esbelta figura y su larguísimo pelo, pasaba el tiempo escribiendo poesía, afición que cultivaba desde muy joven, y se aficionó a los viajes para huir de Viena durante largas temporadas.
La relación con Luis II de Baviera
Sisi mantuvo siempre una relación muy estrecha con Luis II de Baviera, conocido como el Rey Loco, que era hijo de su primo hermano. Sisi y Luis se consideraban almas gemelas, sensibles y soñadores, ambos compartían muchas aficiones, como la pasión por los caballos, la literatura y las montañas. Los dos jóvenes fueron personajes adelantados a su tiempo, y sufrieron por ello, fueron buenos amigos y compartieron confidencias durante años. La inesperada y misteriosa muerte de Luis II en 1886 fue un tremendo golpe emocional para Sisi, cuya pérdida la dejó de nuevo sumida en un estado de profunda tristeza.
Una emperatriz de leyenda
Las luces y sombras de la vida de Sisi han convertido a la emperatriz de Austria en un personaje de leyenda. Sisi fue una mujer culta, libre, rebelde, con sentido del humor, de una belleza extraordinaria, que disfrutaba de la lectura, hablaba varios idiomas, odiaba el protocolo y viajó por toda Europa. Pero, al mismo tiempo, tenía un carácter excéntrico y vivía obsesionada por la belleza: para mantenerse delgada se sometía a estrictas dietas y duras rutinas de gimnasia que acabaron perjudicando su salud, sufrió episodios de depresión y no soportaba la idea de envejecer. Su aversión al paso del tiempo llegó a tal extremo, que a partir de los 30 años decidió no dejarse fotografiar nunca más y ocultaba su rostro cada vez que se encontraba en público detrás de sombrillas o abanicos. Sisi fue una mujer envidiada por su belleza, imitada por su elegancia, adorada por las masas y, sin embargo, rechazada por la corte austríaca y poco respetada por su suegra. Su repentina y violenta muerte, fue asesinada en Ginebra por un anarquista italiano en 1898, acabó por convertir el personaje de Sisi en un mito.
La vida de Sisi ha sido llevada en varias ocasiones al cine, la versión más conocida es la trilogía de películas de los años 50, Sissi, protagonizada por la gran Romy Schneider. Hoy en día, Sisi continúa siendo una figura internacionalmente muy querida y sigue despertando interés. Tanto es así, que actualmente se encuentran en proyecto, y muy pronto en rodaje, dos nuevas series sobre la emperatriz, que pretenden dar una visión renovada del personaje.
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