Al otro lado del río, el distrito de Au-Haidhausen destila vitalidad y frescura. Carente de fastuosos monumentos, la zona regala al caminante encantadores edificios decimonónicos y una variada oferta de servicios, tanto a nivel comercial como gastronómico, lúdico o cultural.
Resulta complicado encontrar a un muniqués que no aprecie el atractivo de Haidhausen, un arrabal ancestral (siglo IX) al otro lado del Isar cuya evolución desde su integración en el municipio de Múnich (1854) ha sido constante.
Sin abandonar del todo su carácter familiar, más propio de un pueblo, ni tampoco su espíritu más bien obrero, se ha convertido en un cuidado vecindario en el que conviven familias con niños, gente joven y culturetas y personajes urbanos de toda condición, que igual frecuentan informales cafés afrancesados que se sientan a tomar el resol en alguno de los biergarten en concurrencia. La guinda del pastel: las infraestructuras culturales y los abundantes espacios de ocio.
Un buen lugar para empezar un paseo por Haidhausen sería, como no, una de sus fantásticas plazas. No hay que olvidar aquí que, desde finales del siglo XIX se lo conoce con el sobrenombre de Franzosenviertel (Barrio francés), dada la la ejecución de una reforma urbanística con la intención de dotarlo de espaciosos bulevares y mayor luminosidad.
Perfecto sería empezar en Wiener Platz, a la que se llega en tranvía o metro, bajando en este caso en Max-Weber-Platz. Aquí encontramos el pequeño mercado, abierto en días laborales hasta media tarde. Aunque solamente dispone de media docena de puestos, el maibaum y las casitas que lo flanquean hacen que merezca la pena dejarse caer. Junto a la plazuela se encuentra también el Hofbräukaller, emblemático jardín de cerveza y restaurante de cocina tradicional.
La incursión en la parte vieja del lugar se puede hacer a través de Johannisplatz, de la Steinstrasse o de la Kirchenstrasse,. No importa demasiado, se trata simplemente de callejear un poco antes de alcanzar la Preysingstrasse. Esta, con sus antiguas unifamiliares de marcado carácter bávaro, ofrece una estampa idílica. El restaurante Preysinggarten o el Zum Kloster, separados por unos metros, son geniales para repostar en el mejor entorno.
Y del carácter aldeano y alpino del Haidhausen viejo, a su espíritu decimonónico. Este se alcanza pateando sin un destino claro por las calles de más al sur, empezando por el destartalado bulevar de Bordeauxplatz hasta llegar a la no menos desordenada Orleansplatz. Aquí, frente a la estación de trenes del este, se acostumbra a montar un mercadillo de corte bávaro.
Mucho más elegantes son las calles radiales que parten hacia el oeste. Mi preferida, la Weißenburger Strasse. Caminando por la misma nos salen al paso dos glorietas salpicadas de flores antes de alcanzar el tramo peatonal junto a Rosenheimer Platz.
Mejor que seguir por la transitada Rosenhaimer Strasse en dirección al río, desviarse y transitar la postrera Kellerstrasse hasta llegar al centro cultural de Gasteig. Esta enorme mole de ladrillo que alberga la sede de la Filarmónica y la biblioteca central ocupa unos terrenos con mucha carga histórica.
Aquí se concentraban en el siglo XIX abundantes keller, bodegas de producción de cerveza. En una de estas, el joven carpintero Georg Elser atentó fallidamente contra Adolf Hitler el 9 de noviembre de 1939. Una placa recuerda el suceso tímidamente, algo oculta junto a una de las puertas de Gasteig.
De cara a completar el paseo hay dos alternativas de paseo junto al río: o bien cruzar al otro lado de Rosenheimer Strasse y proseguir la caminata por la parte baja del barrio vecino, Au; o bien, mi recomendación, seguir en dirección contraria, hacia el norte, pero en ambos casos junto al Isar.
A unos metros de Gasteig, ya en el Isar (al que se llega siguiendo por Rosenheimer Srasse hasta cruzar Am Gasteig), se hallan los preciosos baños y piscinas modernistas de Müller. También el antiguo taller de servicios municipales de Muffat, hoy reconvertido en una sala de conciertos con un recomendable biergarten. Es muy pequeño, pero su extraña estética contemporánea y su comida bio lo hacen agradablemente diferente.
De seguir por los caminos junto a la zona verde que acompaña al Isar se arriba fácilmente al monumental Maximilianeum. Aquí termina la ruta, de unos 3,5 km de longitud, siendo posible salir de Haidhausen tomando el tranvía a espaldas del mismo parlamento o bien regresando unos metros cuesta arriba por Max-Planck-Strasse, hasta llegar a la parada de U-Bahn de Max-Weber-Platz.