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Lola Montez: ángel y diablo

Impostora, bailarina, actriz, bataclana, amante, musa, estrella de Broadway, feminista… eso y mucho más fue Lola Montez, un personaje capital para entender el reinado de Luis I de Baviera, en particular la etapa final. 

El pasado 17 de febrero se cumplieron 200 años del nacimiento de Lola Montez (1821-1861), cuyo paso fugaz por Múnich tuvo enormes repercusiones, hasta el punto que empujó a Luis I de Baviera a la abdicación. Una mujer criticada y odiada por la sociedad conservadora del siglo XIX, admirada por estudiantes liberales, amada por hombres de posición e incluso reyes y, hoy, considerada una de las precursoras del feminismo.

Sin discusión podemos decir que fue alguien que se atrevió y que fue fiel a sí misma. Según sus palabras odiaba más que nada “el aburrimiento” y amaba más que nada “el cambio”.

Intentamos aquí trazar un pequeño perfil de Lola Montez y su paso por Múnich:

Una “española” de Irlanda

En realidad Maria de los Dolores Porrys y Montez, cuyo verdadero nombre era Elizabeth Rosanna Gilbert, había nacido en Irlanda el 17 de febrero de 1821. Marcada por una niñez difícil, no estuvo de paso por Andalucía sino por la India, donde vivió por un tiempo hasta la muerte prematura de su padre. 

Gilbert tenía dieciséis años cuando se caso por primera vez, instalándose de nuevo en la India. El matrimonio fue un absoluto fracaso, marido violento mediante, por lo que se divorció y regresó a Inglaterra, donde comenzó su carrera artística hacia 1843. 

El personaje

En Londres tomó clases de actuación y baile con un profesor español y una estadía en España terminó de forjar su personaje, nacía así la figura de Lola Montez. Su cabello negro y su carácter vivaz y extrovertido encajaban perfectamente con su nueva identidad.  

Fue aplaudida, y cuestionada, en Dresde, Berlin o Baden-Baden, viajó a San Petersburgo o Constantinopla. Se relacionó con grandes políticos, músicos y escritores de su tiempo, como el compositor Franz Liszt o el novelista Alexandre Dumas (también con su hijo). 

De la mano de Franz Liszt viajó a Paris. Allí alternó con un grupo de intelectuales y estuvo a punto de casarse con Alexandre Dujarier, el editor de La Presse, cuya muerte en un duelo la afectó sobremanera. Acabaría huyendo de Francia.

La ‘Lolita’ de Luis I

El punto culminante de su carrera lo alcanzó en 1846 en Munich, al conquistar el corazón de Luis I, rey de Baviera. Luis I, quien tenía 60 años cuando conoció a esta española de 25, vio en Lolita, como acostumbraba llamarla, la musa inspiradora que lo llevaría nuevamente a escribir poesía. “Eres el sol de mi vida”, le escribió. 

Retrato Lola Montez obra de Joseph Karl Stieler, encargo de Luis I. /DOMINIO PÚBLICO

En un palacio ubicado en el número 7 de la Barer Strasse, donde el enamorado rey instaló a su amante después de invertir a la moneda actual un millón de euros, intercambiaban ideas sobre literatura, sociedad o política en un jeringoso de español, inglés y francés…

Pero la intranquila personalidad de Lolita no se conformaría con la poesía, necesitaba más. Distinguida por Luis I en 1847 como Condesa de Landsfeld, Lola Montez ejerció presión política sobre el monarca, se mezcló con estudiantes y no dudó en desafiar las reglas de la sociedad del momento mediante gestos como fumar en público. Lola, que se sentaba a la cabecera de la mesa sin dudar, tampoco se reprimía a la hora de discutir con hombres, aunque fuesen de la alta (y conservadora) sociedad bávara.

Huída de Múnich y Revolución de Marzo

En febrero de 1848, tras un escándalo entre estudiantes de la Universidad en el que Lola estaba envuelta de pleno, Luis I no tuvo más remedio que despacharla de la ciudad. Unas semanas después, en el marco de una revuelta que recorría toda Alemania (la Revolución de Marzo), el rey se vio forzado a retirarle todos sus honores y, desolado, terminó abdicando del trono el día 20 de marzo en favor de su hijo, Maximiliano II de Baviera.

El final

Lola en su etapa final. /DOMINIO PÚBLICO

El resto de su vida aventurera transcurrió entre viajes, muchos de ellos de huida. Primero Suiza, luego Londres, nuevamente Paris, Bélgica, Australia, para terminar en Estados Unidos. Siempre rodeada de escándalos y de hombres, en busca de nuevos escenarios en los que arrasar, literalmente.

A la madurez probó suerte en Broadway, en la Costa Oeste de los Estados Unidos o sobre los tablados australianos, pero el éxito le dio definitivamente la espalda. Cuentan las crónicas periodísticas que su talento para la danza o el canto no estaba a la altura de su personalidad arrolladora ni de la sensualidad de su juventud. 

Murió en Nueva York en 1861 a la edad de 39 años a causa de una pulmonía. En su etapa final había abrazado la fe cristiana. En su tumba, en el cementerio Green Wood de Brooklyn, se lee su nombre original.

Tras sus huellas en Múnich

En Múnich podemos apreciar su retrato encargado por Luis I y realizado por Joseph Karl Stieler (1847) en la Galeria de las Bellezas de Luis I, en el Palacio de Nymphenburg.

En la exposición permanente Typisch München, del Museo de la ciudad (Stadtmuseum), se encuentra otro retrato encargado por el rey, que dio en su tiempo que hablar, realizado por Wilhelm von Kaulbach. 

Retrato de Lola obra de Wilhelm von Kaulbach. /DOMINIO PÚBLICO

El pintor, indignado con el encargo por el cual debía pintar a la amante del rey en el formato de una reina, se vengó pintando a Lola desnuda, con una serpiente enroscada en su cuerpo. Luis rechazó la pintura y Kaulbach hubo de rectificar, si bien pintó a Lola con una palangana y una toalla en su mano izquierda en lugar del cetro. Luis volvería a rechazar la pintura.

El conde de Arco-Zinnenberg, encargado en 1848 de asegurarse de que Lola abandonara Múnich, guardaría una curiosa reliquia: la colilla del último cigarrillo que Lola Montez fumó en su palacio de la Barer Strasse número 7, antes de abandonar precipitadamente la ciudad. Sus descendientes atesoran esta reliquia amorosamente guardada en una cajita de carey.

Musa hasta la actualidad

Directores, músicos, poetas se han visto atraídos a lo largo de los años por este controvertido personaje. 

Entre otros, sirvió de modelo para el personaje Lulu, de Frank Wedekind, y su vida ha sido narrada en la literatura o la gran pantalla, en diferentes ocasiones. Caso de la película franco-alemana Lola Montez, dirigida en 1955 por Max Ophüls, o de la novela Divina Lola, obra de Cristina Morató (2017).

En diciembre 2020 se había programado la ópera Lola M. de Georg Ringswald, en el Residenz Theater de Munich. El grupo danés de heavy Volbeat le dedicó en 2013 su canción Lola Montez.

Y sí, a los ojos feministas de hoy, Lola Montez fue una luchadora que se enfrentó a los códigos de una sociedad machista, no siempre a través de buenos medios pero escapando siempre al tan temido aburrimiento.

El rey Luis I se despidió de su gran amor al enterarse de su muerte escribiendo en su diario: „Siempre he dicho que había en ella un ángel y un diablo, y, por suerte, al final venció el ángel“.


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