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Krapfen en una virtina muniquesa. /@raquel_riu

Krapfen: el dulce de carnaval más delicioso

El Krapfen, en español conocido como berlina o berlinesa, es una especie de buñuelo relleno, redondo y azucarado, típico de la repostería alemana. A pesar de que en Alemania se puede comer durante todo el año, el Krapfen disfruta de su “temporada alta” desde las semanas posteriores a las fiestas de Navidad hasta la celebración del carnaval, es decir, antes de que empiece el tiempo de la Cuaresma. La berlina recibe nombres diversos a lo largo de la geografía alemana: Pfannkuchen en Berlín, Berliner en el norte de Alemania y, en Baviera, Krapfen o Faschingskrapfen (berlina de carnaval).

Para triunfar con un auténtico Krapfen es necesario preparar primero una masa suave y muy esponjosa a base de huevos, leche, harina, levadura, mantequilla,  esencia de vainilla, ralladura de limón y una pizca de sal. La elaboración de este dulce es laboriosa y requiere, sobre todo, de dos ingredientes indispensables: tiempo y paciencia. La masa debe dejarse reposar varias veces para lograr que suba y doble su volumen. Una vez conseguida la textura ideal, se le da la forma redondeada deseada y se procede a freír, según los expertos, idealmente en aceite o grasa vegetal. El siguiente paso será rellenar el buñuelo. La tendencia es innovar y cada vez más se usan para ello ingredientes muy diversos: chocolate, mermelada, vainilla, nata, crema de licor de huevo, compota de manzana, de ciruela, salsa de caramelo, queso crema, semillas de amapola… Sin embargo, el clásico debe ceñirse al original y eso en Múnich significa relleno de mermelada de albaricoque. El toque final será la cobertura de la berlina: la receta tradicional usa simplemente el azúcar glas, mientras que las versiones más arriesgadas proponen, por ejemplo, bañar el bollo en jalea de frambuesa, crema de chocolate, de vainilla, de almendra… e incluso coronarlo con vistosos toppings como nueces picadas, cereales, almendras laminadas o virutas de chocolate (licencias poco toleradas entre los degustadores más clásicos). En lo que sí coincide todo el mundo es en que un buen Krapfen tiene que ser blando, recién horneado y sobre todo, estar bien relleno. No hay paladar que se resista a este delicioso dulce.

Origen

El origen exacto del Krapfen es incierto y corren varias teorías sobre la procedencia de su nombre. Hay quienes aseguran que los romanos ya preparaban un pastelito similar o quienes afirman que en tiempos de Carlomagno ya se comía. Sin embargo, una de las leyendas más populares atribuye la creación del dulce a una pastelera de la corte austríaca llamada Cäcilie, en algún momento indeterminado entre los siglos XV y XVII. Cuenta la leyenda, que durante una acalorada discusión con su marido (otras versiones cambian al marido por un ayudante perezoso) la célebre pastelera le arrojó una bola de la masa que estaba preparando. El hábil marido consiguió esquivar el proyectil improvisado y la masa fue a caer dentro de un cazo lleno de grasa caliente. De esta forma, nacía el primer Krapfen.

La relación entre el Krapfen y las semanas previas a la Cuaresma tiene un origen histórico. Desde la Edad Media, la Cuaresma equivalía al tiempo de ayuno y por eso, durante las semanas anteriores a su llegada, la gente se preparaba alimentándose de comida especialmente grasa. El Krapfen era pues un manjar ideal para esta época del año, dado el elevado contenido graso que contiene y el alto valor energético que proporciona.

Nos quedan todavía unas semanas hasta la llegada del Miércoles de Ceniza, el inicio oficial de la Cuaresma que en 2021 se celebra el 17 de febrero. Hasta entonces, en Múnich, Baviera, y en Alemania en general, disfrutaremos con devoción de estos dulces que garantizan el buen ánimo a todo aquel que los saborea. Y una recomendación para finalizar, si vas a venir a probarlos, entra en el tradicional Café Frischhut, ubicado en el mismo centro de Múnich, y descubre el sabor de la felicidad en forma de buñuelo.

Krapfen del Cafe Frischhut de Múnich, todo un clásico. /@raquel_riu

Felizmente afincada en Múnich con su familia, Raquel es licenciada en Filología. Su trayectoria profesional ha estado siempre vinculada al mundo de la edición editorial, tanto en España como en Alemania, hasta que descubre el apasionante mundo del turismo. Se mueve con soltura por Baviera en general y Múnich en particular, donde es fácil encontrarla guiando en alguno de los palacios construidos por los Wittelsbach. Es guía oficial de Múnich y socia en Bayern a medida.

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